PREGUNTA: Qué hago si no puedo dar puntada sin dedal, acaso debería sumergirme en el club de los resignados lambeladrillos que mendigan por un poco de atención??...
CONTEXTO: Qué nos faltó en nuestra educación?? Nos dijeron que fuéramos honestos, que estudiáramos como locos para tener buenos puestos, que trabajáramos y ahorráramos mucho, que buscáramos nobles parejas, qué más??? Acaso nos enseñaron a consentir y a dejarnos consentir? A preguntar de vez en cuando si aquellos que están lejos acaso aún respiran? A construir una o varias aficiones para llenar el espíritu? A cuestionarnos todo lo culturalmente heredado? Nos dijeron qué significaba “trascender”? Nos invitaron a reflexionar, a pensar, a filosofar? Con qué frecuencia recibíamos visitas en casa, les invitábamos a cenar y hacíamos una buena charla?
REDENCIÓN: Ahora es que estoy descubriendo el mundo por mí mismo, tomando ese grandioso y valiosísimo empirismo heredado y combinándolo con el aprendizaje de aquellos valores que nunca desarrollamos en casa, la culpa no es de los viejos, creo que antes nos dieron mucho más de lo que los abuelos les dieron a ellos, hicieron lo que pudieron, al menos lo correcto que es lo más importante.
BALANCE: Gracias a lo que aprendí en casa abrí caminos por donde la lógica de los cultos nunca siquiera lo pensaría, me tragué el mundo racional, lo controlo, lo pongo a mi favor, con el tiempo cada vez lo hago mejor. Por otro lado sigo siendo muy débil, con frecuencia vuelvo a los vicios del aburrimiento y la desesperación, casi nunca tengo una segunda opinión, además aquellas iniciativas o simples ocurrencias que sean más ambiciosas que las mías sólo las veo en las películas, o en gente con la que no tengo cercanía, con los míos me siento como un gallo en medio de una manada de patos.
JURAMENTO: Tal vez deba sucumbir, cambiar las inquietudes por parsimoniosas costumbres, ser más superficial para no complicar a nadie ni salir con cuentos raros, sonreír más, cuestionar menos, no ponerle demasiada seriedad ni empeño a esas cosas en las que debo interactuar con los demás. Todo eso es negociable, toda esa parte de mi personalidad la puedo vender por un mísero plato de lentejas, lo que sí tengo claro en medio de este torbellino en el que se pasa la vida es mi juramento: juro no mendigar, juro no inspirar compasión, juro disimular cuando me esté destrozando, y ante todo juro aprender, silenciosamente, así seguiré encontrando lentamente esos otros criterios de vida que ni a mis abuelos ni a mis viejos les enseñaron…
Saludos…

