Feliz Navidad? Seguramente hay más gente como yo en el mundo que quisiera que estas fechas pasaran rápidamente. Para lo que sí me ha servido tradicionalmente esta época es para hacer un balance del año que pasó y hacer planes para el que viene. Más bien me gusta más el mes de Enero, es un mes tranquilo, descongestionado, renovador y lleno de proyectos. No ando con metros de luces al cuello, ni me pongo esos gorritos maricas para intentar demostrarle al mundo lo feliz que me siento, lo de los regalos es más un festín comercial que un termómetro de nuestra relación con los demás, y lo más aburridor es lidiar con uno que otro ebrio que le echa el brazo encima y le habla de cualquier estupidez. Mi sensación de la época, debo confesarlo, es muy cercana a la amargura, hay gente que no le trae buenos recuerdos, yo no es que haya tenido alguna tragedia en particular, simplemente no es mi estilo. El cuadro es el mismo de siempre: unos embutiéndose todo el licor del mundo como si no hubiera un enguayabado amanecer, los más sentimentalistas arrancan a llorar y a añorar lo que no tienen, los chinos felices jugando y trasnochando y al día siguiente estrenando sus pintas y juguetes, el bullicio retumba por todas partes, en fin. Si bien no comparto esa alegría tampoco amargo a nadie con eso. Cuando estuve casado mi esposa se iba a pasar 24 y 31 con sus papás, volvía al otro día con unos tamales recalentados en una mano, con unas horas de sueño adeudadas en los ojos y unas cuantas anécdotas en sus labios, si eso hace feliz al mundo cristiano, pues que sean felices, como decían en una película que vi hace un momento: “vale más una mentira que nos haga felices que una verdad que nos opaque”, así que pueden seguir construyendo ese imaginario colectivo, fingir una sonrisota de oreja a oreja y decir como un ritual cada año: “!Feliz Navidá!”
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