Dos experiencias reales propias que muestran la otra cara de la moneda sobre las oportunidades de trabajo en Bogotá
Experiencia I: En frente del Parque Nacional una mañana soleada de ciclovía tendí un tapete, una grabadora con pilas y un sombrero, con una amiga nos dispusimos a bailar un rato, la gente se detenía, miraba, tímidamente aplaudían y nos dejaban en el sombrero algunas monedas o billetes de baja denominación. Si bien para nosotros el objeto del experimento era perder el pánico escénico, sólo en las 2 horas y media que estuvimos recogimos $45.000, si hubiera sido el día completo fácilmente hubiesen sido $200.000, nada despreciable para una economía donde en el 2011 el salario mínimo no alcanza a los $18.000 diarios. Cuando se cuestionan las cifras de desempleo se argumenta que allí no se incluye ese empleo informal, aparentemente degenerativo de la calidad de vida respecto a un empleo formal con todas sus prestaciones de ley. El hecho es que ese empleo informal puede resultar en la gran mayoría de los casos mucho más benéfico, cómodo y versátil. Lo que era un secreto a voces lo confirmé con mi propia experiencia: no tienen jefe, ni horario, ni reglamentos, ni subordinación como un empleado corriente, tampoco tienen que pagar arriendo, impuestos, empleados ni mayor inversión como sí un dueño de negocio. No es que se la ganen fácil, pero tampoco es que sea mal negocio, y mediáticamente de una forma muy sesgada cargan al Estado la responsabilidad de una connotación negativa que realmente no lo es tanto. El que mendiga, el que limpia vidrios, el que hace alguna maroma, el que baila, el que vende cualquier artículo, a todos ellos les va mejor que al que se gana un mínimo trabajando 48 horas a la semana, y el chivo expiatorio como dije seguirá siendo el Estado que “forzó” a ese grupo de personas a trabajar de forma informal en la calle porque no garantizó suficientes oportunidades para hacerlo desde la formalidad. Así que para mí no son tan “pobrecitos” como parece, además el trabajo informal no debería tener ese halo mediático que lo caracteriza como inestable y poco rentable, todo lo contrario, es una excelente opción para emprendedores de mejorar su calidad de vida.
Experiencia II: Una conocida mía que tiene un negocio está desde hace unas semanas contratando más gente para trabajar, incluso le mandé hojas de vidas de recomendados y hace unos días nos tomamos un café, entre otros temas le pregunté si ya tenía su equipo conformado, ella soltó una risa y acá transcribo lo que me acuerdo que me contó.
No!! Si supieras, he llamado a varios candidatos, les comento más o menos por teléfono de qué se trata, les pregunto si les interesa, me dicen que sí y concretamos las respectivas entrevistas, algunos no van, otros llegan una hora después o al otro día, uno que necesito de administrador decía que manejaba personal, ventas multinivel, contabilidad, etc., pero a la hora de la verdad ni para mensajero da la talla, otro llegó bastante elocuente, preguntando de entrada cuales serían sus condiciones de salario, llevó todo el eje de la conversación y ni me permitió preguntarle en qué tenía experiencia, simplemente me limité a escucharlo y debía sentirme honrada de estar en su presencia. Otros trabajaban unos días y no volvían, a los que han permanecido les he preguntado si el problema era mío, uno de ellos me dio una buena respuesta, tal vez lo que quería escuchar: “jefa, a usted y a mí nos criaron de otra forma, nos enseñaron a llegar a trabajar en lo que sea, a buscar oficio sin que alguien esté encima diciéndole todo a uno, a opinar cuando uno cree que no están bien las cosas, y por último, a exigir otras condiciones, pero sólo cuando lo que uno hace es lo suficientemente bueno y lo demuestra. Jefa, a mí no me ponga a recomendar a nadie porque no lo voy a hacer, tenga paciencia que ya va completar el equipo que necesita, acá tratamos de cubrirle mientras tanto…”
Después de escucharla, con sus anécdotas cargadas de ironía y tras unas carcajadas, se me ocurrió decirle que me diera las hojas de vida de todos los candidatos, quería mandarles un correo con el relato de mi experiencia bailando en la calle (Experiencia I), a lo mejor con mi testimonio en la informalidad encuentran opciones a su medida; no se imaginan cómo se reía esa mujer, al final del café apuntó “… es una buena idea, pero no tienen las agallas para hacer algo en la calle, y tampoco la estrategia para ubicarse en la formalidad…”
Que vengan los sindicalizados – proletariados, ONG´s y demás agremiaciones, que me den palo por contar este par de experiencias, es la cara de la moneda que he visto, la que no me canso de testimoniar y que quiéranlo o no, mucho de verdad tiene y enriquece el debate sobre la situación laboral desde el empirismo, no desde la demagogia de izquierda que lo único que logra es legitimar la cultura de la desidia y la protesta. Todo esto contribuye a mantener el subdesarrollo.
Posdata a mi colega: Estás escribiendo desde la razón, o desde un momento emocional demasiado estable, es muy razonable lo que escribes, yo opinaría lo mismo, pero sólo en este momento: si permites que los demonios de la desesperanza o la efusividad te invadan mandarás al chorizo esa pulida reflexión, incluso te puedes sorprender al descubrir que ejercicios como estos son parte disimulada de ese entretenimiento que interpretamos como felicidad, como bien lo apuntó tu amigo escritor.
Saludos,