martes, 15 de febrero de 2011

MALDITOS DIAS AZULES

Malditos días Azules,

El frío de la mañana es penetrante, luego de una breve primavera el día se vuelve sofocante, el tráfico lento en medio del calor es eterno, el afán y los percances del día envolatan ese optimismo del cielo despejado que sentí con los primeros rayos del sol. El balance al final del día es que la agenda colapsó, que se hizo poco, y que los días venideros pueden ser igual de nubosos en mi entorno, pero igual de azules en el cielo.

La noche es lo más terrible. Me replanteo todo, me siento orgulloso de lo que he hecho y logrado pero no siempre recibo lo que busco, me pregunto muchas cosas, si valen la pena, si estoy en el camino correcto, escribo con desdeño, improvisando con desidia en el teclado, miro a mi alrededor y me gustaría tener otra realidad al día siguiente, pero sé que va a ser un día igual de azul, no hay nada que hacer, esta fría noche no quise salir a la calle como bohemio aficionado que esconde su telaraña mental por algunas horas en aquellas maltratadas pistas que conocen al dedillo mi viejo par de zapatos, no quise tomarme un par de tragos y hablar de temas refritos para luego reclinar mi cabeza en otra cabeza y dar las mismas volteretas de siempre, hace unas noches comprendí que ese abrazo cerrado también sirve para dejar de mirar a los ojos, para perder la mirada en la nada mientras las mismas orquestas de siempre en unos desafinados bafles intentan acompasar ese lúgubre silencio, malditos días azules, malditas milongas que no me dejan hablar, maldita combinación de una mente brillante y un corazón desafinado la que me tocó, bien dice Almodóvar cuando comienza la película “Todo sobre mi madre”: “Cuando Dios le entrega a uno un don, también le da a uno un látigo. Y el látigo es únicamente para autoflagelarse” Si bien soy ateo y cambiaría “Dios” por “azar” me encanta esa frase de introducción, es exactamente eso, un gran don, acompañado de un gran látigo que siempre voy arrastrando mientras experimento cosas nuevas. Trato de no estresarme tanto pero no siempre lo puedo evitar, por ahí leí hace poco que si me exigía mucho a mí mismo y esperaba muy poco de los demás me evitaría disgustos, eso intentaré en el día azul de mañana, lo prometo...

Por último lo mejor del día de hoy fue haberme quejado acá, me hacía falta, esta noche no quería disfrazadas anécdotas ni contarlo en tercera persona, darle rienda suelta de forma directa y despeinada a los estados de ánimo me cuesta mucho, pero lo hice, mañana será otro día, espero no leer con asombro y pena estas palabras, ruborizado por el festín que hizo el hemisferio derecho con mis dedos en esta fría noche al final de un día Azul.

Saludos

1 comentario:

su dijo...

Definitivamente debemos comenzar a ser más sinceros con nostros mismos al escribir, pareciera que cuando sale desenfrenadamente lo intrinseco, logramos rozar levemente el alma de los demás, transmitir. Cada véz me convenzo más de que los escritores no escriben, tan solo se desahogan. :) SU.